Bendición papal

El cardenal Angelo Scola, que entrará en la Capilla Sixtina con bastantes opciones de convertirse en Papa, es del Milan. No hablamos de un tibio simpatizante, o de alguien que dice ser milanista sólo para complacer a una parte de su diócesis milanesa (y jorobar a la parte interista), sino de un tifoso intenso, concentrado y vitalicio.

Los vaticanistas, cuya fiabilidad en las predicciones es comparable a la de los economistas y los lectores de posos de café, dan por seguro que Scola obtendrá un gran respaldo ya en la primera votación del Cónclave. Y esa votación se celebrará poco antes del Barcelona-Milan en el Camp Nou. Tal vez el arzobispo de Milán ruegue en oración por el éxito de los suyos. Lo que no sabrá es el resultado: no podrá tener noticia del asunto hasta después de la fumata bianca, cuando concluya el régimen de incomunicación propio del cónclave.

Los papas nunca han tenido mucho éxito en las rogativas futbolísticas. Un caso bastante conocido es el de Juan XXIII, bergamasco y entusiasta del Atalanta. En 1962, el Atalanta empezó la temporada con espléndidos resultados. Juan XXIII quiso aprovechar la visita de su equipo al estadio de la Roma para recibir a los futbolistas en audiencia, concederles bendiciones y desearles la victoria en el partido. El Atalanta perdió 3-1 y, según las crónicas, jugó de forma lamentable.

También se sabe que el Papa dimisionario Benedicto XVI es seguidor del Bayern de Munich y de la selección nacional alemana. El inicio de su pontificado, en 2005, coincidió con el estreno del nuevo estadio, el Allianz Arena. Las cosas parecían pintar bien. Resultó que el Bayern, el club más poderoso de Alemania, tardó cinco años en ganar de nuevo la Liga, y durante el pontificado de Benedicto XVI perdió dos finales de Liga de Campeones, la primera frente al Inter y la segunda, el año pasado, frente al Chelsea y en el propio Allianz Arena. La selección alemana tampoco alcanzó los triunfos esperados y, para más cruz, estuvo siempre cerca de la victoria: tercera en el Mundial de 2006, disputado en Alemania; segunda en la Eurocopa de 2008; tercera en el Mundial de 2010; tercera en la Eurocopa de 2012.

Otro capítulo instructivo sobre las consecuencias futbolísticas de una bendición papal es el que hace referencia al AC Ancona. El Vaticano siente una simpatía histórica hacia Ancona, una ciudad de Las Marcas (la región que marcaba el límite entre los Estados Pontificios y los reinos del norte) que estuvo del lado de los güelfos, los partidarios del Papa, contra los gibelinos, los partidarios del emperador. En octubre de 2007, un grupo de católicos patrocinados por el arzobispo local, Edoardo Menichelli, compró la mayoría de las acciones del AC Ancona, que había militado en la Serie A en 2003, había alcanzado la condición de peor equipo de todos los tiempos en la división de honor (28 partidos seguidos sin ganar, 13 puntos a finales de temporada) y había quebrado, lo que supuso caer hasta la llamada Serie C1/B.

«Queremos moralizar el fútbol, llevar un poco de ética a un sector que atraviesa una grave crisis de valores», proclamó el arzobispo. Benedicto XVI recibió a directivos y jugadores del Ancona, aceptó una camiseta con el número 16 y elogió «la aportación de valores espirituales al mundo del deporte».

Pareció que la cosa funcionaba. El AC Ancona ascendió a la Serie B, la segunda división, en 2009. La temporada siguiente consiguió mantenerse, aunque la Federación le restó dos puntos por irregularidades financieras. En verano se declaró en bancarrota y descendió por la vía administrativa a la Tercera División, el nivel más bajo del fútbol profesional italiano. El AC Ancona no logró empezar la siguiente temporada por falta de futbolistas y entró en liquidación, pese a todos sus valores espirituales.

El cardenal Tarcisio Bertone, actual secretario de Estado vaticano y entusiasta de la Juventus, hizo en 2000 un discreto tanteo en la UEFA para saber si el pequeño estado pontificio podía crear su propia selección de fútbol y participar en competiciones internacionales. Su idea consistía en reclutar jóvenes futbolistas en los seminarios de todo el mundo. Se le hizo saber que lo de rastrear seminarios brasileños no colaba y que sólo se admitían futbolistas con la nacionalidad vaticana. Ante la perspectiva de alinear un equipo compuesto exclusivamente por guardias suizos, Bertone abandonó el proyecto.

Es posible que el Milan elimine al Barcelona. Pero, a juzgar por los antecedentes, no se deberá a una intercesión vaticana.